Los sacerdotes del Antiguo Testamento fueron elegidos por Dios, no por auto-elección. Fueron escogidos para un propósito: servir a Dios con sus vidas por medio de la ofrenda de sacrificios. El sacerdocio servía como una ilustración del futuro ministerio de Jesucristo, ilustración que después ya no sería necesaria, una vez que Su sacrificio en la cruz fue consumado.
Cuando el grueso velo del templo en Jerusalén que cubría la entrada al Lugar Santísimo se rasgó en dos por Dios, al momento de la muerte de Cristo (Mateo 27:51), Dios estaba indicando que el sacerdocio del Antiguo Testamento ya no era necesario. Ahora los creyentes podrían venir directamente a Dios a través del gran Sumo Sacerdote, Jesucristo (Hebreos 4:14-16).
Ahora ya no hay mediadores terrenales entre Dios y el hombre, como existieron en el sacerdocio del Antiguo Testamento (1 Timoteo 2:5). Cristo, nuestro Sumo Sacerdote se ofreció en un solo sacrificio por el pecado de todos para siempre (Hebreos 10:12), y ya no queda más sacrificio por los pecados que puedan ser hechos (Hebreos 10:26).
Pero así como los sacerdotes ofrecían otras clases de sacrificios en el templo, está claro en 1 Pedro 2:5,9, que Dios ha elegido a los creyentes en su Hijo “…para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.”
La primera carta de Pedro ha sido llamada “la epístola de la esperanza”, y Pedro, “el apóstol de la esperanza”. Pedro apeló a la esperanza. Usó esta palabra tres veces en el capítulo uno (vs.3, 13, 21) y dos veces más en el capítulo tres (vs.5, 15). La esperanza vive porque Jesús vive (1 Pedro 1:3–5)
La esperanza cristiana está fuertemente vinculada con el fin de los tiempos, con la manifestación del Señor, y con la consumación de todas las cosas (1 Pedro 1:5, 7, 9, 13). Los lectores de la carta de Pedro sabían que Jesús se había levantado de entre los muertos. También los lectores habían nacido de nuevo para una esperanza viva —viva porque Cristo reina como Señor viviente (1 Pedro 1:3, 21).
¿Quiénes son los que pueden participar de está esperanza viva? Pedro dijo que eran los que habían “nacido de nuevo”, los que participaban de ella (1 Pedro 1:3 – “nos hizo renacer”).
Pedro no estaba diciendo nada diferente de lo que Jesús le había dicho a Nicodemo unos 35 años atrás. Una esperanza viva es algo que se llega a obtener mediante el nacimiento del agua y Espíritu (Juan 3:5). Esta frase, “del agua y Espíritu” es una referencia al bautismo. Uno nace de nuevo para ser partícipe de una esperanza viva en el momento que resucita después de haberse unido con el Señor en el bautismo. En las aguas del bautismo, uno nace de nuevo, “por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 Pedro 1:23).
Una nueva vida en Cristo trae sus responsabilidades
- Somos hijos de la misma familia – (1 Pedro 1:23)
- Manifestamos el mismo amor – (1 Pedro 1:22)
- Recibimos la misma alimentación – (1 Pedro 2:2)
- Somos piedras del mismo edificio – (1 Pedro 2:5)
- Somos sacerdotes en el mismo templo – (1 Pedro 2:5)
- Somos ciudadanos de la misma nación – (1Pedro 2:9)
En este mundo los cristianos están desesperados por recibir aliento; una carta como 1 Pedro, podría significar la diferencia entre la vida y la muerte, espiritualmente hablando.
El mensaje de Pedro es sencillo. Los verdaderos cristianos no deben flaquear en su celo. “Ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios…”, expresa la carta (1 Pedro 1:13). Dios no desea ni espera que la santidad de Su pueblo decaiga un ápice. Pedro refuerza esta idea citando a Levítico en 1 Pedro 1:16: “Seréis santos, porque yo soy santo.” (Levítico 11:44; 19:2; 20:7).
El sacerdocio del creyente
1 Pedro 2:5-9 habla de dos aspectos del sacerdocio del creyente:
El primero es que los creyentes son privilegiados. El ser elegido por Dios para ser un sacerdote era un privilegio. Todos los creyentes han sido elegidos por Dios: un “linaje escogido…pueblo adquirido por Dios” (v.9).
En el tabernáculo y el templo del Antiguo Testamento, había lugares donde solo los sacerdotes podían estar. Detrás del grueso velo, en el Lugar Santísimo, solo el Sumo Sacerdote podía entrar, y únicamente una vez al año en el Día de la Expiación, cuando hacía ofrenda por el pecado a favor de todo el pueblo.
Como decimos anteriormente, por la muerte de Jesucristo en la cruz del Calvario, ahora todos los creyentes tenemos un acceso directo al trono de Dios a través de Jesucristo, nuestro Gran Sumo Sacerdote (Hebreos 4:14-16).
El segundo aspecto del sacerdocio de los creyentes es que somos elegidos para un propósito: para ofrecer sacrificios espirituales (Hebreos 13:15-16), y para anunciar las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a Su luz admirable.
Por lo cual, tanto por la vida (1 Pedro 2:5; Tito 2:11-14; Efesios 2:10) como por la palabra (1 Pedro 2:9; 3:15), nuestro propósito es servir a Dios. Así Dios nos ha llamado a servirle de todo corazón, por medio de la ofrenda de nuestras vidas como sacrificios vivos (Romanos 12:1-2). El nos llama a vivir vidas santas para que también podamos ser un “sacerdocio santo” (1 Pedro 2:5).
En resumen:
- Los creyentes son llamados “reyes y sacerdotes” y un “real sacerdocio” como un reflejo de su posición privilegiada como herederos del reino del Dios Todopoderoso y el Cordero.
- Los creyentes son llamados “sacerdotes” por Dios para servirle a Él por medio de la ofrenda de sacrificios espirituales, siendo personas celosas de buenas obras.
- Como “sacerdotes” del Dios viviente, todos debemos alabar a Aquel que nos ha dado el gran obsequio de sacrificar a Su Hijo por nosotros, y como respuesta, el compartir esta maravillosa gracia con otros.
La palabra de Dios que permanece para siempre
(1 Pedro 1:22-2:3)
El tema principal de esta porción de la carta se refiere a la Palabra de Dios como: “la verdad” (v.22), “la simiente” (v.23), la “palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (v.23), la “palabra del Señor” (v.25), “la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada” (v.25), “la leche espiritual” (2:2).
Mientras la porción de la carta se refiere a la palabra de Dios, tiene un énfasis diferente. Contiene dos principales mandamientos:
- “Amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro” (1:22).
- “Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual” (2:2).
En 1:22-25 la Palabra es la “simiente” por la cual hemos sido nacidos de nuevo para llegar a ser “cristianos”. Pedro apela a la naturaleza eterna de la Palabra de Dios para mostrar que el amor de los creyentes debe ser eterno.
En 2:1-3, la Palabra es la “leche” por la cual crecemos como “cristianos”. Pedro apela a la nutrición de la Palabra de Dios. Resulta en el crecimiento de los santos y promueve el amor “unos por otros”.
No se puede pasar por alto lo que dice Pedro con respecto del amor dentro de la comunidad de los creyentes:
“Amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro” (1:22).
La expresión «unos a otros» aparece por lo menos sesenta veces en el Nuevo Testamento. La misma sugiere una condición de unidad, de comunión y de relación mutua.
Se nota las varias traducciones de la palabra “entrañablemente”. Por ejemplo, La Biblia de Jerusalén dice: “intensamente”. Se refiere aquí y en 4:8 al amor; en Lucas 22:44 y Hechos 12:5 a la oración. Denota un esfuerzo supremo, literalmente “con cada músculo en tensión”. La palabra “puro” figura al margen en algunas versiones, ya que está sólo en algunos manuscritos.
La cita de Isaías 40:6–8 en 1 Pedro 1:24-25 subraya la cualidad perdurable y dinámica de la palabra de Dios. Habiendo anunciado la futura cautividad de los judíos en Babilonia, Dios ahora desea que sus siervos, los profetas (Isaías 52:7), los consuelen. La escena tiene lugar en Babilonia; el tiempo, cerca del fin de la cautividad; la base del consuelo, la pronta terminación de la cautividad, cuyo conductor será el propio Jehová. Isaías hace una conexión dentro: “la gloria de Jehová” (v.5), “la boca de Jehová” (v.5), “el viento/sopla de Jehová” (v.7) y “la palabra del Dios.
“Toda carne es hierba.” La conexión es: Todas las cosas humanas, por más piadosas que sean, son transitorias; sólo son firmes las promesas de Dios (1 Pedro 1:8, 15, 17, 23, 24).
Observamos que la última frase de 1 Pedro 1:25 relaciona las Palabra de Dios con el evangelio.
La Palabra de Dios es la Palabra de Su Hijo Jesucristo.
“Desechad, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias y toda maledicencia, 2y desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, 3ya que habéis gustado la bondad del Señor.”
Se nota un “movimiento” hacia la salvación en lo que nos enseña estos versículos. El énfasis todavía está puesto en la Palabra de Dios. Primeramente hay que considerar las cosas que debemos “desechar”:
- Malicia – intención viciosa; deseo de hacer mal a alguien.
- Hipocresía – pretensión de ser lo que uno no es, especialmente la pretensión de ser mejor de lo que uno es.
- Envidia – dolor o resentimiento por la ventaja que tiene otro, unido al deseo de poseer esa misma ventaja.
- Maledicencia – puede definirse como calumnia, difamación, o engaño.
Está un solo imperativo en el pasaje: “Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada.” Nacimos por medio de la “Palabra”. Crecemos por medio de la “leche”. Los bebes tienen un apetito instintivo hacia la leche. La madre no tiene que enseñar a su bebé desear la leche.
La vida del autor de la carta – el apóstol Pedro
El nombre original de Pedro era, al parecer, en hebreo Simeón (Hechos 15:14; 2 Pedro 1:1); quizás, como muchos judíos, también adoptó “Simón”, usual en el Nuevo Testamento como nombre griego de sonido similar.
El cuarto evangelio describe un período anterior al comienzo del ministerio de Cristo en Galilea, y a este ministerio se puede atribuir el primer contacto de Pedro con el Señor, por mediación de Andrés (Juan 1:41). Fue en calidad de discípulo que Simón recibió su nuevo título, el arameo (“Cefas”), “roca” o “piedra” (1 Corintios 1:12; 15:5; Gálatas 2:9). La designación usual de Juan es “Simón Pedro”. Marcos lo llama Simón hasta 3:16, y Pedro casi invariablemente después.
La confesión de Pedro
El episodio narrado en Mateo 16:13-20 ha sido uno de los pasajes más debatidos, particularmente la sentencia del Señor:
“Él (Jesús) les preguntó:— ¿Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
16Respondiendo Simón Pedro, dijo:—Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
17Entonces le respondió Jesús: —Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
18Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no la dominarán.
19Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos: todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos.
20Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijeran que él era Jesús, el Cristo.”
El relato nos deja con una pregunta: ¿Cuál es la roca sobre la cual la iglesia es edificada? Dos interpretaciones, ambas muy antiguas, se nos ofrecen como posibles:
- La roca es lo que Pedro confiesa con sus labios, es la fe en la misión divina y mesiánica de Jesús, la base sobre la cual Cristo edificará la iglesia cristiana que resistirá los embates de la persecución y las asechanzas del mal.
- La roca es Pedro mismo. Su fuerza radica en el hecho de que Mateo 16.19 está en singular, y debe ser dirigida directamente a Pedro.
En griego, Cristo llama a Pedro “piedra” (“petros” – género masculino). Después dice “sobre esta roca (“petra” género femenino) edificaré mi iglesia.”
Puesto que “petra” se refiere a una roca grande como es el caso de una peña, es posible que Cristo aludiese a sí mismo con esta palabra. En otros lugares en el Nuevo Testamento se habla de él como el fundamento de la iglesia (Marcos 12:10; 1 Corintios 3:11; 1 Pedro 2:6-8).
Los teólogos católicos romanos afirman que la iglesia está basada tanto sobre Cristo como sobre Pedro. Aun si se concede esto surgen tres preguntas:
- Primero, ¿existe evidencia en la Biblia de que la autoridad de Pedro sea transferible?
- Segundo, ¿hay algo que sugiera que este poder haya sido transferido a los obispos en Roma?
- Tercero, ¿hay algo en el Nuevo Testamento que sugiere que Pedro fue infalible en sus pronunciamientos y que este don también fue conferido a los obispos romanos?
Según la doctrina oficial católico-romana, se ejercen de forma “piramidal” estando los poderes en el vértice superior de la pirámide. Ello se debe a que el Papa es considerado como el sucesor de Pedro y el Vicario de Cristo en la tierra. Por ellos, se le supone de la base bíblica Mateo 16:16-18 y Juan 21:15-17: “Jesucristo le encomienda el cuidado de apacentar el común de los fieles sin excepción, figurados por las ovejas y por los corderos. Porque Pedro fue establecido por estas palabras cabeza universal de toda la Iglesia, y el pastor de todo el ganado.”
Leon-Dufour explica (Lectura del Evangelio de Juan, Vol. IV, pág.237): “A partir de este texto, junto con Mateo 16:19, el concilio Vaticano I definió en 1870 la autoridad de Pedro sobre los demás apóstoles y la sucesión en este primado a lo largo de los tiempos.” Sin embargo añade: “Desde el punto de vista exegético, que es nuestro, este texto no basta por sí solo para fundamentar la afirmación conciliar…”
Hay que admitir que la primacía de Pedro no se declara de forma explícita en las palabras de Cristo. En cuanto a la creencia en el carácter transferible del poder de Pedro o que haya sido conferido a los obispos de Roma, no se cita en la Biblia.
El hecho que Pedro era falible está demostrado en Gálatas 2:11 donde Pablo dijo que reprendió a Pedro en público por comprometer la pureza del evangelio. En realidad, la idea de un “papa” se desarrolló gradualmente y fue a principios de 1870 cuando la infalibilidad del “papa” llegó a ser dogma.
En resumen…
- ¿Estuvo Pedro en Roma alguna vez? No lo sabemos con seguridad. Sin embargo cuando Pablo escribió su epístola a la iglesia en Roma ¿por qué dirige saludos personales a veintisiete personas diferentes pero no menciona a Pedro en absoluto? Sería una extraña omisión si Pedro era la cabeza suprema de esta congregación.
- Los otros discípulos recibieron “las llaves del reino de los cielos” (Mateo 18:18).
- Que le hayan cambiado el nombre a Pedro no es prueba de que fuese papa. Jesús cambió los nombres de otros apóstoles también (Marcos 3:16-17; Juan 1:42).
- La iglesia católica siempre pone el nombre de Pedro en primer lugar en la lista cuando se refiere a los Doce. El Nuevo Testamento no lo hace, colocando a otros antes de que Pedro en varias ocasiones (Juan 1:44).
- Pablo habló de los que eran considerados como “columnas” de la iglesia y nombró en orden a Jacobo, Cefas y Juan. Pedro era un líder importante pero está claro que no era la cabeza de todos ellos.
- Pablo trabajó independientemente de Pedro y nunca menciona que estaba sometido a Pedro como cabeza sobre todos. Pablo realmente reprendió a Pedro cara a cara (Gálatas 2:11-14).
- En ninguna parte en ningún texto del Nuevo Testamento hay evidencia del oficio del “papa”.
La negación de Pedro
La noche anterior a su crucifixión, después de que Jesús y sus apóstoles guardaron la Pascua, se fueron al monte de los Olivos.
Los discípulos deseaban, al igual que todos nosotros, ser vistos como personas de confianza, fieles y valientes. Jesús comprendía las debilidades humanas, de que en muchas ocasiones nos falta la fuerza de voluntad y la convicción para hacer lo que sabemos que es correcto. Querían hacer lo correcto, como lo muestran sus promesas de lealtad, pero Jesús sabía que no podían cumplirlas. Más tarde, llegarían a confirmar lo que Jesús sabía: que el temor de otras personas puede socavar nuestros deseos personales y nuestras promesas de lealtad. Sabía que todos los discípulos huirían.
La negación de Pedro pone en evidencia lo débil que es nuestra naturaleza humana. Si nosotros hubiésemos estado en el lugar de Pedro en esos tiempos tumultuosos y aterradores, también lo habríamos negado.
No hay duda de que Pedro mostró algo de valentía cuando siguió a corta distancia al pelotón que había arrestado a Jesús hasta el patio del sumo sacerdote. Sin embargo, se aterró cuando algunos de los que observaban lo interrogaron. Cuando Pedro negó por tercera vez fue un agudo recuerdo de la convicción y lealtad que Pedro había profesado. Esta desgarradora señal le trajo a la memoria las amorosas y pacientes palabras de Jesús, y Pedro lloró amargamente por haber traicionado a su Maestro y amigo.
La negación de Pedro no es el fin
La negación de Pedro está muy cercana a nosotros, no siempre entendemos, no siempre hacemos lo correcto, no siempre obedecemos al Señor. Está en nuestra naturaleza la desobediencia nos marca desde el comienzo de la historia en Génesis como Adán y Eva. La negación de Pedro nos alcanza porque es un error que él comete, es una traición al precepto divino, nosotros a veces también traicionamos, al Señor, a los nuestros, a los que no son nuestros, en fin, es parte de nuestra naturaleza, ya lo dijo el apóstol Pablo en Romanos 7:19-24.
La negación de Pedro nos ayuda a mirarnos a nosotros mismos, porque en ella vemos lo inútil que son las posiciones, los rangos, los logros materiales o sociales, no sirven de nada, ya que para obedecer al Señor se requiere valentía y honestidad, a Pedro le faltó esto en ese momento, ¿cuantas veces nos a faltado a nosotros?, ¿cuántas veces callamos?, y por eso pecamos, pero lo hacemos porque no oímos a Dios. Se le dijo a Pedro que Cristo estaría con él siempre (Juan 17) – la gran oración por ellos y por nosotros, ¿le creemos?
- 1 Pedro 4:12. Si, Pedro no permaneció en el abismo de su pecado mucho tiempo, ya que esa prueba le enseñó acerca de su fragilidad, Es él quien nos enseña que debemos resistir a no decaer.
- Hechos 2:41. Su negación nos enseña que después de la tormenta debemos ponernos en pie, él lo hizo y en su primera predicación se convirtieron cerca de 3.000.
- Hechos 4:8; 5:29. La negación de Pedro nos muestra que después de la cobardía puede nacer el valor, pero mas fortalecido producto de la caída, él lo entendió así y lo demostró.
Una caída no es el fin, solo debemos reconocer la falta, arrepentirnos, pedir perdón, creer que hemos sido perdonados y seguir sirviendo, mas agradecidos de lo que éramos antes.
El relato de la negación de Jesús es muy emotivo. Es difícil adivinar el pensamiento de Pedro pero el relato de Lucas 22:61-62 comunica mucho: “Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro.”… “Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente.” ¿Fue la mirada de Jesús una mirada amorosa? Lo creo. Me imagino que esta llevó a Pedro al arrepentimiento. Sin embargo, tuvo que vivir con la memoria de aquella mirada.
La restauración de Pedro
Cristo le pregunta a Pedro tres veces porque quiere escuchar de sus mismos labios que le ama de verdad, le pregunta tres veces porque busca confirmarle en el amor. Seguramente Jesús sabía que Pedro le amaba pero no es lo mismo saber que alguien nos ama a que nos diga con sus mismo labios tú sabes que te quiero.
El triple desafío a Pedro en Juan 21 parece diseñado como un paralelo a su triple negación. Hay diferencias en las palabras usadas en las tres preguntas. En las primeras dos preguntas de Jesús la palabra griega es agapao. En la tercera, el verbo que se traduce amas (griego: fileo) es el mismo que usó Pedro en sus respuestas.
La distinción entre los dos verbos (amar y querer) aparece de una manera conspicua en la narración de Juan 21:15-17. El mismo contexto indica que agapao sugiere en las dos primeras preguntas el amor que es capaz de valorar y estimar. Este es un amor desprendido, dispuesto a servir. El uso de fileo en las respuestas de Pedro y en la última pregunta del Señor comporta el pensamiento de valorar al objeto por encima de cualquier otra cosa, de manifestar un afecto caracterizado por la constancia, motivado por la más alta veneración.
Sin embargo, en el Nuevo Testamento estos dos verbos a menudo se usan en forma intercambiable. ¿Por lo tanto parece que no debe darse un significado especial a la diferencia de las palabras usadas? Vamos a investigar más este diálogo.
La primera pregunta (v.15) – ¿me amas más que estos?. Esto puede querer decir una de dos cosas:
- Puede que Jesús señalara con un movimiento del brazo, la barca y las redes recién pescados y le preguntara a Pedro: ¿Me amas más que estas cosas?
- Puede que Jesús mirara a los otros discípulos cuando le preguntó a Pedro.
Lo más probable es que el sentido sea el segundo. Porque le respondió: “Señor; tú sabes que te quiero.”
En la tercera pregunta – ¿Me quieres? Jesús se aplica a la misma frase que Pedro había usada. Explica el por qué de la respuesta indignante de Pedro. ¿Se entristeció porque el Señor usa la palabra filéo en lugar de agapáo? O ¿Sabe que sus tres negaciones previas contradicen estas tres declaraciones al Señor? Pedro reconoce el extraordinario poder de la mente del Señor y en lugar de decir: “sí, Señor” (vs. 15-16), él acepta el plan y propósito del Señor para su vida con la esperanza de que Jesús viera en su corazón y mente una entrega total a El. Jesús no pide otra cosa que nuestro arrepentimiento y amor.
Jesús confía una misión
Se nota también hay diferencias en los tres encargos a Pedro. El primero y tercero usan la palabra apacienta, mientras que el segundo dice pastorea (o “cuida”), lo que implica la responsabilidad de atender las ovejas. El primero es dirigido a los corderos; mientras que los otros dos a las ovejas. La tercera respuesta de Pedro (v.17) era más fuerte que las otras dos, sin duda provocada por su dolor al ser interrogado tres veces.
“Apacienta mis corderos” (v.15). Está mucho más de acuerdo con el uso entender por “corderos” los discípulos jóvenes y tiernos, ya sea en edad o en experiencia cristiana (Isaías 40:11; 1Juan 2:12-13).
Vine.W.E. explica: “Apacentar” (griego: bosko) . Se usa principalmente de un pastor. Sus usos son: (a) el literal (Mateo 8:30, 33; Marcos 5:14) (b) metafóricamente, del ministerio espiritual (Juan 21:15, 17). “Corderos” (griego: arnion) es una forma diminutiva, pero no debe insistirse en la característica diminutiva. La tendencia general en la lengua vernácula era la de usar libremente los nombres acabados en -ion, aparte de su significado diminutivo. Lo utiliza solo el apóstol Juan: (a) en plural, en el mandato del Señor a Pedro (Juan 21:15), con referencia simbólica a los convertidos recientes; (b) en otros pasajes, en singular, en Apocalipsis, unas 28 veces, de Cristo como el Cordero de Dios.”
“Pastorea mis ovejas” (v.16). “Sé pastor de mis ovejas” (Edición Herder) “Apacienta mis ovejas” (Nacar-Colunga; La Biblia de Jerusalén); “Cuida de mis ovejas” (NVI). Se ha dicho que la palabra aquí es cambiada a propósito de una usada en el v.15, que quiere decir simplemente dar de comer “a los corderos”, a una que quiere decir atender, cuidar como pastor, dando a entender el ejercicio permanente, continuado de aquella vocación, y en sus funciones más elevadas.
Pedro debía tener la responsabilidad de dirigir, proveer y proteger a las ovejas. Esta es una analogía para el pastor en la iglesia (1 Pedro 5:1-4): él debe proveer la comida espiritual que es la enseñanza de las Escrituras, la palabra de Dios, y también debe proteger a todos bajo su cargo del engaño y de las doctrinas falsas, así como el pastor debe proteger a sus ovejas de depravadores. Al aceptar esta responsabilidad, sería difícil para Pedro regresar a su antigua profesión de pescador; más bien tendría que cumplir la voluntad de Jesús cuando El lo llamó y le dijo que haría de él un “pescador de hombres” (Lucas 5:10).
Vine W.E. explica: ““Pastorea” (griego: poimaino) significa actuar como pastor, apacentar rebaños. Se traduce con el verbo regir en Apocalipsis 2:7; 12.5; 19.15: «regirá con vara de hierro»; pasajes en los que se indica que el poder gubernamental ejercido por el pastor será de un firme carácter. “Ovejas” (griego: probaton) de probaino, ir adelante, esto es, del movimiento de los cuadrúpedos, se utilizaba entre los griegos para denotar ganado menor, ovejas y cabras. En el Nuevo Testamento, solo de ovejas: (a) literalmente (Mateo 12:11, 12); (b) metafóricamente, de aquellos que pertenecen al Señor, las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mateo 10:6); de aquellos que están bajo el cuidado del Buen Pastor (Mateo 26:31; Juan 10:1).”
“Apacienta mis ovejas” (v.17). La interpretación de esta triple comisión es difícil. Puede ser:
- a quienes Juan les mandó una exhortación en 1 Juan 2:12-14. En estos versículos, Juan se dirige a los lectores como si fueran padres, jóvenes y niños. Estos términos se refieren probablemente a creyentes en sus distintas etapas de crecimiento cristiano. Padres, los de mayor madurez y experiencia; jóvenes, los que tienen suficiente madurez para vencer al maligno; niños, los recién convertidos y por tanto, más susceptibles a las falsas enseñanzas.
- Una referencia a individuos creyentes, una iglesia y la comunidad cristiana en su totalidad.
El ministerio de Pedro
Pedro desarrolló desde el principio un ministerio vital de animación en el cristianismo del primer siglo, así nos lo describe la primera parte del libro de los Hechos de los Apóstoles. Después de la muerte de Judas, presidio la elección de su sucesor a su ministerio (Hechos 1:15-26). El día de Pentecostés valientemente habló a las masas y su sermón fue causa de la conversión de unas tres mil personas (Hechos 2:41). Pedro argumentó su presentación de Jesús con citas del Antiguo Testamento que iluminaban los hechos sucedidos en torno a Jesús y la continuación del pueblo de Dios en la iglesia cristiana.
Después de Pentecostés Pedro curó a un hombre en la “puerta Hermosa” del templo (Hechos 3:1-10), y predicó otro sermón (Hechos 3:11-26) que causó la detención de Juan y la suya (Hechos 4:1-3). La mañana siguiente Pedro habla valientemente ante el sanedrín (Hechos 4:5-22). En el episodio de la muerte de Ananías y Safira explica el porqué del castigo divino (Hechos 5:1-11).
Pedro y Juan continúan el trabajo con Ia iglesia en Samaria después de la etapa de evangelización iniciada por Felipe (Hechos 8:14-28), y fue aquí cuando tuvo lugar el reproche de Pablo. Luego, Pedro cura a Eneas (Hechos 9:23-34) y hace posible la resurrección de Dorcas (Hechos 9:36).
El Nuevo Testamento nunca pone a Pedro en relación con Roma. Pedro, el hombre de fe ardiente, de pasión dedicada a la causa de Cristo, amigo generoso de Jesús que dejó todo para seguirle, fue uno de los pilares escogidos por Cristo para predicar el evangelio del Reino de Dios. Un ejemplo de sus enseñanzas y sus hechos nos encontramos en su primera carta que forma la base de la presente serie de estudios.
Los “reyes” y “sacerdotes” de hoy
De lo que el apóstol Pedro escribe, sabemos que somos los protagonistas de nuestro tiempo. Somos los sacerdotes que Dios tiene en este tiempo, destinados para cosas gloriosas, inmensas, que están por delante. ¡También somos los reyes que Dios tiene! Vamos al libro de Apocalipsis. Lo que vamos a leer allí son proclamaciones de victoria.
«Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén» (Apocalipsis 1:5-6).
Apocalipsis 5 es el capítulo que nos muestra el trono de Dios y del Cordero, es decir, el lugar más exclusivo del universo, rodeado de millones y millones de ángeles. Es el Lugar Santísimo del cielo. Es allí donde se dicen estas cosas, delante del trono de Dios:
«…y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra» (Apocalipsis 5:9-10).
También al fin del libro hay esperanza en la palabra del Señor.
«Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años» (Apocalipsis 20:6).
Nosotros no somos simplemente un grupo de personas a quienes les gusta reunirse y cantar algunos cánticos. No somos unos débiles cristianos, para vivir oprimidos; somos hombres y mujeres que tenemos la más grande esperanza, ¡la esperanza de vivir y reinar con Él! Y esto, por los siglos de los siglos.
En Apocalipsis 22 tenemos cielos nuevos y tierra nueva, donde mora la justicia. Ya las bodas del Cordero se consumaron. Aquí se describe una ciudad que cuenta con un río de agua viva que sale del trono de Dios y del Cordero.
«Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos» (Apocalipsis 22:3-5).
De tal manera que el hombre fue creado con el propósito de señorear. Y al final de las Escrituras vemos el triunfo del Creador, luego que ha transcurrido toda la historia, que no es muy grata, porque la historia humana está llena de fracasos, de derrotas, dolor, angustia y muerte; sin embargo, el propósito de Dios no se desvía a diestra ni a siniestra.
Y un rey es uno que reina. El rey ordena, y lo que él ordena, se cumple. El rey tiene autoridad. Entre todos los pueblos, el Señor quiso tener un pueblo escogido – Israel. Pero bien sabemos que muchos de ellos fracasaron. Ellos tenían Dios, y no fueron a su Dios; tenían sacerdocio, y no respetaron ni ejercieron ese sacerdocio. Tenían profetas, y no les oyeron; tenían una palabra, y no obedecieron sus enseñanzas. Ellos tenían una mesa bien servida, y no la comieron.
El Rey de reyes
El Rey de reyes dice esto:
«Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa, pero que no sea como yo quiero, sino como tú» (Mateo 26:39).
Recordemos lo acontecido en el huerto de Edén. Ellos tenían el fruto, y no se molestaron en preguntar: “’¿Comemos o no comemos?”. Simplemente extendieron la mano, y comieron. El Señor Jesucristo escoge hacer la voluntad del Padre. Beber esa copa le significó la cruz, la muerte, pero, más aun, le significó la resurrección, la ascensión, y estar hoy glorificado en las alturas.
Escojamos hoy lo que es del Señor. Vamos, tengamos el gozo de entrar a su presencia, y la oración no será una rutina de unas cuantas frases, sino un corazón derramado en la presencia del Señor. Dios nos ha preparado una mesa abundante, nos ha dado una palabra llena de riqueza. Los creyentes estamos destinados a reinar, a ser reyes y sacerdotes.
En 1 Pedro 2:5-9 hay un lenguaje metafórico que empieza en el versículo cuatro, donde se refiere a Jesús como “piedra viva”. De modo que, siguiendo la metáfora en el v.5 las “piedras vivas”, los creyentes, forman un gran templo, en el que Dios es adorado y en el que se manifiesta a Sí mismo, como en el templo antiguo. Cada creyente es un sacrificio espiritual o sacerdote (Romanos 12:1,2), ofrece alabanzas y acción de gracias a Dios por medio de Cristo por cuyos méritos son todos aceptados.
En 1 Pedro 2:9, continúa con la metáfora empezada en el v.5. Se aprecia que los mismos títulos dados al pueblo judío pertenecientes al pacto por la circuncisión, son dados a los cristianos en general de la misma manera, a todo creyente en Cristo, judíos o gentiles. Somos un pueblo de sacerdotes, Dios es el Rey y Cristo, Su Rey nuestro Gran Sumo Sacerdote. La dignidad de los creyentes es comparada con la dignidad más alta en esta tierra, la de rey y sacerdote.
Así como Israel debió ser ejemplo ante las naciones, los creyentes en Cristo están llamados a anunciar “las virtudes de aquel que os (nos) llamó de las tinieblas a su luz admirable” (v. 9). La plena realización de tales funciones sacerdotales, tanto para el Israel literal como para el espiritual, es todavía futura. No obstante, creemos que la vocación misional de todos los creyentes es presente: anunciar a otros las “excelencias”, las glorias, de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. Esto incluye la adoración, el testimonio, la predicación y el servicio. La posición de dignidad de los creyentes trae consigo grandes responsabilidades. Nos desafía al fiel cumplimiento de nuestra misión e identidad como creyentes in Cristo que adoran a Dios en la hermosura de la santidad y anuncia al mundo el evangelio del Reino venidero.